Wednesday, August 04, 2004

Cáp. 6: Chiquillo Prieto Azabache

Estaba la Luisa bien morena -como pan tostado que se descuida- bocabajo; cuando Super Nachón recordó los telescopios -y disculpen que peque de escatológico, pero en verdad pensó mas en los microscopios-... cuando se le ocurrió crear un sistema filosófico nuevo titulado: “El Círculo como antítesis de la geometría sublingual” y por pensar demasiado se le volvió a bajar de nuevo la erección. (Se sintió un clon entre Leibniz y Marcel Proust).
Pero como el chiquitillo (al cual Quevedo le llama “culo” -y lo hace con frecuencia sin temor a que lo corran de la Real Academia de la Lengua Española-) ya estaba esperando la estocada del recto devenir de nuestro héroe se encontraba nervioso cual círculo matemático que por sus arrugas tiende a la desolación epistemológica.
Paradójicamente Super Nachón no dudó en intentar una penetración sincera.
Intentó una vez, dos, tres, y el hierro de carne no entraba... Super Nachón se alejo de la escena y percibió que el chiquitillo se había enojado.
Le vio esa cara fruncida y de mal humor que siempre tienen los chiquitillos malcriados y por eso Super Nachón, sin capa y sin calzones, se fue volando a comprar un lubricante a la farmacia que estaba junto a la discoteca: “Baby-O” junto con unos preservativos para no ensuciarse de literatura aceptada mejor conocida como mierda (no porque apeste, sino porque toda es igual). De acuerdo -pensó Super Nachón mientras regresaba de nuevo al bungalow del Hotel Princess, “de acuerdo”, muchos árboles son parecidos y no por eso son caca pura... sin embargo -reflexionó- pareciese que toda la “buena” literatura estuviera sostenida por una política tan similar que tanta similitud de espejos hipócritas llevara a la conjunción de la mierda. Ahí comprendió la preocupación de Luisa Lane por ayudar a su amigo Nacho Fernández en su labor de publicar literatura porno-escatológica en una editorial seria.
La contradicción parecía infinita.
¿No se rebajaría el señor Fernández al publicar en una editorial seria?
Super Nachón se derrotó ante tales disquisiciones filosóficas y su pensamiento se centró en el centro del chiquitillo.
Pero:
¡Oh Sorpresa!
Cuando regresó al bungalow Luisa ya se había dormido desnuda y bocabajo. Nuestro héroe se acercó a inspeccionar, pero el chiquillo relinchó como un caballo prieto azabache.
La habitación se llenó de poesía olorosa y desdentada. (Y por lo tanto nada envidiosa).
“¡Pinche vieja tan apestosa!” -pensó Super Nachón. Pero su malestar se suavizó cuando se sentó a leer las Cartas a Nora Barnacle de James Joyce. De cuando el escritor irlandés románticamente le escribe a su amor, que si entrara en una habitación llena de chicas que se pedorreáran distinguiría el olor de su amada.
La lectura de Super Nachón se transformó en incienso.
“¡Pinche Joyce tan puerco!” -pensó Super Nachón.